FRANK TORRES CHAMBI

DELIRIO DEL PERDON

Un sin fin de acusaciones
elevadas contra el cielo,
explicar lo inexplicable;
hasta un milagro es recomendable.
Por un instante se detiene el tiempo,
no escuchas mas voz que la tuya;
tu respirar es desesperante
y tu mirada perdida, ignorante.
De pronto tu grito titubeante
rompe el hielo agonizante.
¡Despierta!, despierta de este sueño,
oye los gemidos de mi alma…
abre los ojos, mírame;
¡Huye!, huye de este sueño,
que te ciega, que te encierra,
que te tiene inerte.
El ruido de las sirenas
enloquecen tus entrañas,
y el éxtasis del momento
no figura mas que el lamento.
El cuadro es horroroso,
dos hombres te separan de tu amada
que bañada en el néctar vivo de la pasión
te mira fijamente, sin poder ver nada.
Un instante, y el paisaje está repleto,
los susurros marcan tu tormento,
pero nadie dice nada.
La cubren, la levantan, se la llevan,
pero tú no entiendes nada…
El suelo en tinte rojo
le da par a tus manchadas manos,
y el filo que en tu diestra empuñas
le da juego a las heridas encontradas.
En lo más recóndito de tu mente
la conciencia que en ti amalgama
aparta la pasión y deduce…
el éxtasis te ha dominado,
el momento te ha traicionado.
El sol con su inmensa potencia
no es capaz de quitarte el álgido momento,
sientes frio, estas temblando…
Tus nervios que demostraron fortaleza
no soportar la tensión del momento;
sientes miedo, estas temblando…
Descuidas a quien te guarda,
corres sin sosiego, pretendes huir,
no tienes ningún sentido;
mas tu destino esta sellado.
Una larga travesía,
pero no muy perdurable;
es muy tarde, el tiempo no retorna
…el presente no perdona.
Invocas al amo del infierno
ya que el cielo no te ha escuchado;
suplicas, maldices
imploras, blasfemas
ruegas, imprecas.
Siendo ya todo consumado…
Revives aquel momento,
pero tu recuerdo es muy remoto.
Te imputan ahorcarla,
lo ignoras totalmente.
Te acusan de golpearla,
nunca la tocaste.
Te inculpan por diez puñaladas,
no encuentras ningún sentido.
Las lágrimas inundan tu mirada.
El mundo entero te está viendo.
Un ruego nacido del alma es mendigado,
solo Belcebú no lo sentiría,
y conjurando a los cuatro vientos
maldices tu alma pero imploras…
“Perdóname, te amo”.
Autor:
Frank Torres Chambi
5.2