Aquel viejo dolor que no pasa....
que se impone como dura roca sobre mi espalda,
inclinándome hacia allá abajo, hacia la tierra...
obligándome a amordazarle, obligándome a adorarle....
Me entrego entonces al embrujo de las lineas de colores,
a las vicisitudes del mar oleante....
a la vanidad de los materiales albores,
a la ambición de la frialdad que me dice: adelante.
Es ahí donde el sílbido de mi pecho yermo....
canta su fiel agonía con alegría,
la canción incesante del soldado estafermo....
la canción pegajosa de mi homilía.
Sueña alma mía, que tus sueños no lo son.
Sueña, que soñar es posible y que lo imposible es real.
Sueña alma mía porque la verdad es mentira....
y aquello que no creias... es realidad, y desazón.