Andaba, aburrida de tanto andar en un vaivén de extrañas sensaciones.La invitó un amigo a pasar unos días a un caserío, donde no había energía eléctrica ni agua corriente.Como en antaño se recogía agua de pozo.El caballero de tanto andar cansado estaba.Y ella tempranera se levantó de un brinco, los ronquidos no la dejaban dormir.El vino era de cuerpo y en la noche el sueño pesado, por eso los ronquidos. Y ella firmemente miraba el firmamento, más estrellado como nunca visto por la falta de luz reinante.Creía en el silencio de la noche avistar un fenómeno extraño.Una estrella fugaz algo que le sacudiera el alma.Mas nada ocurría, siente a lo lejos como en un lugar lejano risas y guitarreadas-¿qué hago aquí se preguntaba?-con un caballero que dormido estaba...El alba llegó más temprano, claro que con tanta estrella se sentía más estrellada.No esperó a que se despertara y así como se levantó de roca en roca saltando y los lobos de mar algunos al sol despuntaban sus fauces somnolientos.Sin embargo ella apenas había dormido, por eso decidió subir al faro.Era tan grande que quiso verlo de cerca, los cristales tan gruesos.Nunca había llegado hasta tan arriba.Ahí el farolero también madrugador la convidó con un café recién hecho, ameritaba...
En seguida como buen varón en sus soledades de estar tres meses ahí le apuró el sostén.Le dio una caricia y luego ya le quiso robar un beso. Ella no se resistió, la altura le definía otro ángulo, otra perspectiva de vida.Ver el horizonte desde los 360 grados.Como hacer el amor le palpitaba y no se dejó rogar, cuando estrepitosamente se lanzó arriba del farolero.El lugar era pequeño, quedaban apenas unas maderas donde moverse...Era tan bello el amanecer, que cuando quiso acordar ni aliento le quedó.Se vistió rápido, el caballero de ronquidos fuertes también despertaría o quizás no...Mas ¿por qué no aprovechar el momento?Fue corto y apasionado y sublime en las alturas con recónditos amaneceres.Vio como dos hemisferios se cruzaban no sabía cual era el suyo.Perdida y embriagada de tanta luz, bajó las serpenteantes escaleras que llegó mas rápido que un rayo.
Desayunó con el caballero en silencio tomó nuevamente café esta vez acompañado de algo sólido, facturas recién horneadas.No se animó a decirle que sus ronquidos eran escandalosos.Ella estrechó su cabeza en su hombro y caminaron juntos por la playa, ahora ya en diálogo, ya descalzos...
Nunca más él supo que en la aurora, ella había desaparecido en forma vaga y sustanciosa, estaba satisfecha en su profundo amanecer.Cómo no rendir
homenaje al farolero luego de lo acontecido, escribiéndole una carta de agradecimiento, no supo a quien dirigirla por eso escribió lo que usted está leyendo.