Basta de poemas tan seniles
ese amor tan bastardo que nos vive,
que convierte en estiércol puro los sentimientos.
La gran Rosita.
Esa era la misma luz de aquel realismo
que adornaba con matices la vida entera.
Lo hacía desde un panel de colores viejos
alardeando del poder de ser humana.
Presagiar, dar cabida a las viejas ilusiones
y ser feliz como la memoria del arco iris.
Tuvo siempre un ardor tan desbocado.
tan vehementes sus hechizos y sortilegios.
No era bruja pero sabía sobreponerse
a los indignos avatares de la vida.
Mirar atrás y reírse a carcajadas de los rufianes
que han quedado desparramados en cada pozo,
llorando las memorias de sus tormentos
con un halo de pasiones contenidas
Ay qué estúpidos mandarines de la desidia
que impuros solariegos de sexo muerto
allí quedaron con la bragueta baja desvencijados
ante la risa más irónica de la gran Rosita
Y fue uno, luego otro y otro más se fue sumando
a esta hecatombe de hombres necios.
Yo me mantuve alejado y avivando
la llama ardiente de su rosario de cuentas rojas
Era sangre, no eran lágrimas, eran triunfos
y aunque muerta hoy ya está siempre con la risa
puesta en su tumba para alentar
a los famosos hacedores de lo inútil.
En su lápida reza siempre aquella nota
“soy vencedora de la vida y de la muerte.
Alma, cuerpo y con astucia la lozana armonía
de mi fuerza”
Rosita
Es la historia de la lucha empedernida
por mantener un lienzo rústico en vez de seda
Rosas con espinas ardorosas
y aquellas abejas ciegas que la siguen,
que se han quedado arrodilladas entre las piedras
con ese amor tan sutil y pernicioso.
El mundo la llora
la odia, y la calumnia
pero ella sigue engarzada en cada verso.
Entre ofrendas
las mujeres
lloran rosarios
pidiendo que los sapos se la coman,
gusanos que se levantan de la tierra
amando con el sueño puesto en la miseria
las larvas de su cuerpo también se comen
las sangrientas escorias de su alma.
y así viven, y se esconden con dagas llenas
de sangre puesta entre los filos de sus pesuñas.
Cuerpos endémicos pero infelices van camino
a ver la escoria con la inmundicia que triunfa.
El tiempo es testigo de tanto odio,
por la indigna postura de las mujeres
cagonas por el amor todo lo pueden
aún regalarse a la miseria de ser hediondas.
¿Apestarán?, sí seguro, pero de aburridas
con las lágrimas enjugadas en sus rostros.
Serán magnolias sin regar, serán fiambres
de pura lacra inhumana recalcitrante
No hay ya un signo de elocuencia,
hay rezos para apartar ciertos fantasmas
Pero todos ellos están corruptos
por el odio que se esconde entre las tumbas,
lascivamente,
libidinosamente
junto a Rosita.