Ya no confió en una de mis sombras,
Ni en el médico postrado sobre la cabecera.
Mejor me busco cura propia a este mal;
Alguno de esos remedios momentáneos
O mejor me busco a un chamán.
No quiero a mis pies el río que no hace ruido
Ni quiero el agua que no es laguna y que tampoco es mar.
Necesito la cura eterna a este mal;
Necesito de la lluvia que me receto el chamán;
Necesito de la noche que me recomendó
Y de la sangre de un caimán;
Necesito la pureza de unos labios
Y unos ojos que me miren sin maldad.
Horas y horas pase frente a la pared y a contraluz
Interrogando a la sombra en la que no puedo confiar,
Tal y como lo ordenó el chamán.
Le preguntaba por la verdad, le preguntaba sobre
Donde había dejado la integridad, las promesas
Y su lealtad para no ir detrás.
¡Desgraciada! no me supo contestar,
Tuve que apagarla y volver a empezar.
Gracias señor chamán,
Gracias por el agua dulce y sin sal;
Gracias por la suerte y por su bondad;
Gracias por el consejo y por la realidad;
Gracias mi señor chamán.
Héctor Humberto García Herrera