Tantas veces del sol tú y yo hablamos
y a ese sol, que iba a olvidarte le juré yo,
él por supuesto vio cuánto nos amamos
y por lo mismo mi juramento no creyó.
Le grité a la luna que seguro te olvidaría
y ella lo que hizo entonces, fue sonreir,
tanto en mis versos le dije que eras mía,
por eso la luna esa vez ni me quiso oír.
Aseguré al viento que olvidarte era un hecho,
fácil como dos más dos son cuatro, cierto...
pero dijo que veía mucho amor en mi pecho
y que en matemáticas nunca fui un experto.
Le confesé un día al río mi deseo de olvidarte
y desde sus aguas murmuró que no me iba a creer
y aunque un río que retroceda no has de encontrarte,
creo que ese río en su dolor, pensó en retroceder.
Porque tampoco le dio credibilidad a mi confesión,
como no se la dio la estrella nuestra tampoco...
saben que te invoco, que te recuerdo con pasión,
que aun cuando no pueda tocarte... te toco.
Pero “te amo” en la playa una vez te escribí,
en la arena junto al “te olvido” que nadie me cree
y fíjate, lo primero ya no se encuentra por ahí
pero el “te olvido” ya ves... todavía se lee.
Eso indica que el mar sí me creyó, sin dudar
y deja que las olas sobre esas palabras maldigan...
Ah, pero eso también me demuestra que el mar
es capaz de creer cualquier estupidez que le digan.