Cuando la noche tararea tu nombre,
en un ritual idólatra
de misterios paganos,
esquivo el viejo abrazo de las sombras,
te espero amor,
para vestir con tus labios,
el beso abandonado en mi boca.
Vienes con tus églogas rosas
ornando los cabellos,
como llega la piel desnuda del otoño,
tras el tamiz del viento,
y es mi locura la que te vuelve loco
tu demencia la que cubre mi cuerpo,
como un obsceno mantra,
una letanía, un feroz grito,
el fuego en la profunda tierra,
donde nacen los deseos.
Invoco mi estrella guia,
la que me sostiene, Alrischa,
y te ato a mi cuerda extrasolar,
para bailar sobre desvaídas lunas
alumbrando un sol de medianoche,
donde habitar la cima de una hoguera.
Baila conmigo amado
a través de la luz,
dancemos para derrotar
el miedo al vértigo,
como un tornado en llamas,
levantame en tus brazos
pequeño dios de mayo,
como una rama de cerezo en flor,
hasta que la muerte nos sorprenda.
Alejandrina.