Hombre en la ruta
La verdad no importa nada, compañeros,
la dama no volvió, la vida no da frutos,
es todo suceder, por más quimeras que te inventes,
por más dedicación que un macetero o dos violines
te exijan no tendrás más que un gusano en cada hueso.
Por eso yo no sé si celebrar o hacerse ascetas,
no sé di disparar o regalar besos sin nombre,
amar u odiar, sencillamente no hacer nada,
o agitar como galaxia la cabellera de lo eterno.
La verdad no me preocupa, quizá ayer soñé despierto,
quizá lloré ya demasiado y ni la herrumbre
me impresiona ni la muerte del gorrión enamorado
ni la enjaulada muchedumbre que no confiesa sentimientos.
Así, mis compañeros, no me digan lo que pido,
sólo sigan con su afán de indescriptible compromiso
y rían y blasfemen y en cada cuerpo busquen sueños,
aniden en la flor que ya el crepúsculo devora
o en el cemento sin piedad que congeló al que en él se duerme.
Bendigan compañeros, la luz escasa de las horas
y en mísera pasión compartan nada con el tiempo.
Por cierto alegre voy, pues a retazos miro el cielo
y sé de la canción que ha tarareado en mis oídos,
del cántaro y su flor, maravillosamente enhiestos
y libres en la piel de cada aurora que se extiende.
O sea sin saber o bien sabiendo que no supe,
me entrego a cabalgar con libertad en cada espejo,
soy siempre el que arderá por no rendirse al simple truco
de un día y otro más que no nos deja ni señuelos.
Embisto en mi afición todas las rosas que aquí huelo,
alguna me amará y otra de espinas se hará rastro.
confirmo mi heredad de simple ardor en plena costa,
si el mar la huella barre ya es cosa sólo de la espuma,
allá el rumor seré de un horizonte que se expande,
las olas graznarán mientras en sueños las gaviotas
ruedan sin plumas por la red de la extinción de cada ocaso.
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