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CON LAS MANOS VACIAS
Nada, nada la tenia, y lo tenía todo:
Su juventud, sus ímpetus, dos brazos y dos manos
Y una ganas inmensas de fundar un hogar
Ella tenía el espíritu maternal en su alma,
La bondad de una niña, de un árbol la energía,
Y un inmenso deseo de formar un hogar.
Sus caminos se cruzan y sus vidas se unen.
Su trabajo, su esfuerzo y su alegre tesón,
Los llevan selva adentro tras tierras labrantías
Y de su amor el fruto muy pronto germinó.
En un claro del bosque se levanta de troncos
La casita que alberga a los tres que ya son,
Y en el verde potrero juguetones los potros
Con sus crines al viento y a su paso trotón
Atrás dejan las yeguas y al caballo padrón.
Entre potros y yeguas las vacas y terneros
Pastan con mansedumbre y crecen sin parar,
Y la cerda amamanta los chanchitos traviesos
Y allá en el gallinero se oye el cacaraquiar.
En la loma germinan maizales, plataneras,
Yucales, frisoleras y ante todo el fervor
De quienes abnegados dan sus vidas enteras
En pos de un patrimonio para vivir mejor.
El trabaja a lo macho, tala, siembra y cosecha,
Atiende sus ganados y protege su hogar.
Ella es ama de casa y cual fiera tigresa
Allá en su madriguera no deja ni asomar
A ninguna amenaza que intentara perversa
Debilitar las bases de su reino y su lar.
Pero de pronto truenan disparos asesinos
Que matan de la patria paz y prosperidad,
La maldita violencia invade los caminos
Y van cayendo muertos los hombres campesinos
Y los que nos son muertos, huyen a la ciudad.
Ellos fueron mis padres a quienes hoy ya muertos
Los venero y respeto y rindo mi homenaje
De gratitud por siempre.
Ellos, los dos solitos, llegaron a la selva,
Con las manos vacías y sus almas pletoritas
de esperanzas y amor.
Y allí a golpes de hacha, de optimismo y tesón
Levantaron su hacienda, engendraron sus hijos
Y vivieron su sueño de ternura y amor.
Y de allí la maldita violencia partidista
Dirigida por esos perros latifundistas
Y apoyada en el clero que en el nombre de dios,
Orientaba a los godos a matar manzanillos
Dizque por comunistas o por ser enemigos
De una tal fe cristiana que nunca me sirvió,
Con las manos vacías, como habían llegado,
Y las almas cargadas de miedo, rabia y odio,
De su tierra a mis padres, a balazos sacó.
Hoy no guardo rencores, pero tampoco olvido,
Porque mis padres eran humildes campesinos
Que a nadie el mal hacían, y eso no les valió.