Una flor sangrando cincuenta pétalos
Que cayeron sobre la fría escarcha
De un adiós desgarrante y lastimero.
Luego vendrá ese dolor que se encalla
Que se vuelve quejido silencioso
Que ahonda más y más en la doliente espera
De un sosiego que no se materializa
En el cristal del tiempo.
¿Para qué querer disfrazar las tristezas?
Si su mueca traspasa el antifaz; y el hastío,
Se nutre de la desolación y se enraíza
En la melancolía.
Cincuenta pétalos sangrantes
Cayeron dolientes y el silencio
Maduró en mi nostalgia.
Solo quedó de aquella flor
Un largo tallo con mil espinas que mis manos
Aprietan con fuerza, con delirio salvaje
Sobre un lecho de dolientes palabras
Que se lanzaron al viento
Y se llevaron con ellas todo…todo
Lo que yo era.