Hay unos ojos verdes
que miran desde la profundidad
de la noche. Abismos de luz y de pasión.
Luceros que me llaman
a recrear de nuevo el paraíso.
Por su fuego hechizado
me empeño en la andadura,
persiguiendo su estela,
aguardando encontrar abierta su ensenada
y el favor de su puerto,
de su vino y su miel,
donde dar paz al fin
a tiempos de odisea y de penuria.
Pero alto es en la senda el oleaje
y crueles las goletas bucaneras
que a cejar en su búsqueda me exhortan,
cuestionándome en cada movimiento
si el discurrir inquieto de mis pasos
me encauzará hacia ellos algún día.