Me robé la madrugada
llena de niebla y suspiros
de los mágicos zafiros
que ofreciera tu almohada,
de los senos, la pausada
música del sentimiento.
Le pude robar al viento
el susurro de tu aroma,
la boca sin el idioma
llena de todo mi aliento.
Me robé la tempestad
de tus cabellos flotando
y las pupilas llorando
de tanta felicidad.
Me llevé la soledad
de tu impensado idealismo,
una copa de lirismo
en tu vientre de sabores,
tus rosas con los colores
de lujuria y su erotismo.