Sin ver el horizonte,
sumergido en el fondo del océano,
entierra entre las ruinas sus jirones
para lucir el hábito dorado,
destellando las nubes de esperanza
que ocultan cada brillo de lo etéreo.
Luces sobre las sombras de la flama
rompen el hilo atado a algún madero,
navegante en el mar de los recuerdos...
No hay espera. No hay viaje de gitana
sin ver el horizonte.
Fueron las huellas
testigos sin olvido.
Por el camino
la nevisca dormita
sobre tantos recuerdos.