Hector Adolfo Campa

Misantropía.

Poco apoco me vuelvo misántropo,
No hallo sentido
a todos los esquemas 
que conforman lo “humano”

en el trabajo diario,
donde ocho horas perdidas,
me formulan mi ideas,
pensamientos donde desvarío.

Miedo a lo que pienso,
Asco a los caminos.
Herido por ser excluido,
Por mi propia mano,
Por mi mente de vidrio,
Esa salvaje que no doméstico.

Y miro los rostros,
Me pregunto cómo carajos
cómo llegue a esto,
resonando molesto,
entre pensamientos infestos.

Asco de ver los autos,
De ver que pusilánimes se dan la mano,
Saludan con un abrazo falso,
Y se enmascaran serios
Su alma que muere en llanto.

Como frustra profundizar tanto en mis pensamientos,
El cómo se devalúa los “te quiero”
¿soy el único que percibe vívidos los sentimientos?
Se vuelven maquinas,
Solo simples ovejas,
Colapsando con los lobos del tiempo,
Ovejas mordidas por un mísero sueldo.

Me parte el alma los “buenos días”.
Me castra la falta de sinceridad.
Me carcome el procrear de mentiras,
El intelecto de lastre en sociedad.

No hay doctrinas para lo que pienso.
Hay espejos, susurros o ecos,
Estrellas y días muertos.
Solo hay eso.

Tal vez no he encontrado a alguien,
Que salve el arca en la que naufrago,
Ese navío perdido en el mar del delirio,
Y que impacta la soledad con oleajes.

Necesito a alguien que me tome de la mano,
Que me recuerde el “por qué” de lo humano,
Que me recuerde que somos almas y sentires,
Y que no soy un signo de interrogación, 
Entre puntos suspensivos…

Entre las sonrisas vanas
que en silencio atisbo
Y ramas genealógicas,
Que pierden la lógica,
El pensamiento critico
o el delicioso misticismo.

Temo del día en que despierte y ya no sea un hombre,
Que no comprenda lo que es una orden,
Salvajes o cruces peatonales;
el día que los libros a interrogantes tornen.
O los sentimientos solo conceptos enfermos,
Que no aplican en la rutina que me imponen.

Me pierdo en el asco y lo inconforme,
En ver personas muriendo
Sin acariciar la vida de una idea sublime,
¿sabrán por qué están respirando?
No creo que sepan ni por qué se duerme.

Temo por la llegada de aquel día
En que los animales en coro se rían,
Por vernos amargosamente viviendo,
Como hojas secas que se lleva el viento.

Después, ¿dónde acabaremos? 
Perdiendo el infinito y único sentido
De comprender los motivos
Por el cual las neuronas han crecido,
Y los impulsos vivos,
Sean susurros perdidos.
Ecos, ecos distantes,
Entre los confines de los andes,
O lo que mi bolígrafo día a día sangre.
Muriendo lo que hay en mi de hombre 
al paso de las tintas,
Ocultando al humanista,
Crucificado entre líneas.

Que miedo,
Que tristeza,
Saberme muriendo,
Y terminar siendo,
La flaqueza,
Del raciocinio,
De una raza,
De lo humano,
Que poco a poco,
Se vuelve mierda.