La gran llamada
No me digas mañana, mejor me dices nunca,
que el mañana es la flor que ni tierra aún recibe,
que la flor que yo busco ya me ha dado su aroma
y si ya no ha de volver, ¿para qué arderá mañana?
Prefiero esta estación de naufragios que se me hunden,
de restos de fervor pegados a una estrella,
de marcas en la piel que me recuerdan cuánto vivo
y no un futuro ardor que ni conozco, pues voy muerto.
Prefiero aquel ayer que me llenó de tus cenizas,
la lumbre de tu voz que calcinó todas mis huellas,
el páramo del mar que nos abrió con su infinito
la verdadera eternidad de haber amado ciegamente.
Me miro sin vivir, pero el recuerdo es suficiente
para esperar por ti en cualquier momento y no mañana,
así puedes venir, que no hay más plazo que tus pasos,
así es hoy día el sol quien nos aguarda para amarnos.
Y por si dices nunca, bien sabrás que cuando se ama
son dos los que no vuelven ni a sí mismos tras dejarse,
por eso, por favor, no habrá mañana ni habrá nunca,
que el tiempo se quedó como una lágrima que espera,
como una pausa en el reloj, como un gotario
desde cuyo palpitar no pido más que tu regreso.
Es hoy o bien no es hoy, mas no hay más tiempo,
prefiero amarte así a ya vivir como si nada,
no digas pues palabra, mejor ven y me besas,
que aquí te espero yo, cargando el cielo hasta que vengas.
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29 04 13