Señor te doy las gracias
por esta vida sencilla
Con que me regalaste,
por esta buena ciencia
De saber perdonar.
Porque llegué al extremo
del puente de la vida
Y siento el alma quieta
como ave dormida que
repara sus fuerzas para cruzar el mar
Si me acercastes tu barca, subiré sin temores.
Cruzaré sobre el pecho mis manos fatigadas
Y ocuparé mi lugar el que tú me señales
En medio de otras sombras humildes y calladas
Nadie vendrá a mi encuentro ni anunciará mi nombre
Mas tú que llevas cuenta del árbol y la estrella,
De los que dieron sombra y los que dieron luz, dirás:
Esta es aquélla por quién también mi sangre se
derramó en la cruz
M.G