Manos que el invierno ha marchitado
que fueron vigorosas para protegerme
en su lozanía, supieron arrullarme
y aunque ya están cansadas y marchitas
siempre dispuestas estuvieron,
para apartarme del paligro y protegerme.
Pero los años al pasar dejan sus huellas
y las han convertido en ramas secas
que puede quebrarlas cualquier viento
porque el tiempo, ha menguado ya sus fuerzas.
Aunque hayan perdido su energia
al apretarlas, siento la tibieza,
de ese amor perenne que no cambia
y al sentir sus caricias en mi frente
es como si un bálsamo, me calmara el alma.
¡ BENDITAS SEAN TUS MANOS MADRE MIA.!