Acá no se coje, no no señorcito. No se putea ni nada.
No le pegue a su presidente de turno, no incendie la escuela pública,
ni orine los tribunales ¡por favor! ¿a su psicólogo? ¿cómo cree?
Cuando diga “te extraño”, diga:
mi pecho es un túnel infinito sin ti.
O “te necesito”: El sol no volvió a salir, amore mío
¿para qué te los has llevado?
¡No cague!: poetice su cara de burgués enamorado.
Mire la luna, el mar, las flores de la primavera
y extraiga un poema para su hermosa dama soleada.
¡Urgente! ¡Urgente! Su cenicienta la necesita.
Ella, la muy pobrecita, camina con sus pies desnudos y sucios
circundada de moscas y sin zapato. Le juro que la necesita.
¡Urgente! ¡Urgente! Vístala con un soneto rosa.
Con mucha pragmática, con mucha gramática
con mucha matemática y con mucho cuidado, vístala.
¡pero por favor!
¡Y le repito!: NO CAGUE el poema,
en primer lugar: su lector lo estará observando detenidamente,
línea por línea,
milimétricamente;
y en segundo lugar: no conquistará el corazón cristiano y legal de su hermosa dama.