<!-- /* Style Definitions */ p.MsoNormal, li.MsoNormal, div.MsoNormal {mso-style-parent:""; margin:0cm; margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:12.0pt; font-family:"Times New Roman"; mso-fareast-font-family:"Times New Roman";} @page Section1 {size:612.0pt 792.0pt; margin:70.85pt 3.0cm 70.85pt 3.0cm; mso-header-margin:36.0pt; mso-footer-margin:36.0pt; mso-paper-source:0;} div.Section1 {page:Section1;} -->
¿Qué ocurrió contigo,
Bardo de los siglos,
Lazarillo de mi andar
por el lirismo?
Siempre llego tarde
a las noticias,
tú bien sabes
que me pierdo en la PC.
No encuentro a quién decirle
que te extraño
ni a quién preguntar
por qué se fue.
No creo
en suicidios de poetas
ni en desovilladas madejas
diciendo Chau a los amigos.
Los trovadores nunca mueren,
nunca parten
porque alguno
le ha borrado el adiós
al diccionario.
Creo
en las treguas del camino,
en los decires
de tus versos-caramelos,
en el Guía
que te trajo hasta el oasis,
en lo cierto
de tu blanca poesía.
Si puedes,
asómate un poquito
al laberinto
que has dejado
en mi diario:
hoy necesito
decirte que te quiero,
hoy quiero
regalarte
un orquideario.