Veo pétalos que se desprenden de las nubes, dulces lágrimas que llenan el jarrón de la vida/ del cual bebo a sorbos la tarde perdida, esa que pintó de rosa -las ansias de tu desnudes-. Tus poros lloran la eterna lluvia del placer, que emerge -cual volcán de tus profundas venas- ardiente en deseos/ por calmar la pasión de su ser, que se desboca/ cuando los besos liberan las penas. Cuando el mar surca tu piel de arena, y en espumas blancas te abraza y reposa. Y te canta melódicas canciones de sirena, que atrapan; en un cerco de olas: la mariposa. La que perdida por la rosa de los vientos, naufrago por los desiertos de tu etéreo cielo. Y falló al divagar por valles de descontentos y que ahora cansada -va en busca de consuelo-. -Ven- siéntate en mi regazo, muestra tu rostro al alba, que alumbra la ventana de mi oscura noche. -Ven- ¡no tengas miedo! no hare ningún reproche, solo necesito que me enseñes/ a volar en tu sabana.