No te he visto partir
Porque jamás tus pies eso quisieron
fue tu corazón un reloj pausado
un beso detenido en el cielo
y una carta de adiós en blanco.
Fue tu piel un solo de violín
cuando el día caía herido
en su grito naranja de las seis.
Además de los letargos en lágrimas
fue tu mirada la sombra del sol
y tu mano agitándose triste
con ganas de no irse sin mi.
Mas yo, que sin embargo me quedo
voy al plus ultra de nuestro adiós
y nos observo callados en la banca
frente a la casa del boticario
tras la plaza de glorietas estáticas
y veo a dos seres que ya no son nosotros.
No te he visto partir, y sin embargo
envejecemos en la despedida
con arrugas repujadas por la miseria
de un amor que duele y fastidia
de tus ojos que mueren abiertos
de mis manos que pintan nada.
No es amor lo que nos ponemos
ni es ropa la que llevamos.
Y esa maleta que cargas
es por ahora una nube de ideas
un camino que no lleva al pasado
un recuerdo que tratará de ahogarse
en la pecera de brea de tu soledad
y ya no seré yo la foto de tus mañanas
ni la caricatura
o la sombra de lo que fui en ti.
Seré una luz de gas neón apagada
inútil e inverosímil
como la cuerda de un arpa
tras el cristal de un museo...
Y al salir viva del recuerdo aglutinado
del que una vez fuiste víctima
olvidaras mis pestañas
oxigenarás la expectativa
crecerás como la hierba virgen.
Y aun así, a fuerza de recordar
no sabré lo que es verte partir.
Blas Roa