Héctor García

La Conquista

En el mundo donde no todo era real;

Algunas casas eran de sombras y de polvo,

Algunas flores eran de papel,

Y algunas nubes eran imágenes

Dignas para un lienzo.

 

Hace algunos días llegaron hasta mi casa;

Mi humilde casa de plantas, de sombra, de polvo;

En ese mundo donde yo vivía;

Hombres y mujeres

Del pueblo y extranjeros sin distinción alguna,

Tomaban entre sus manos

 Muchos libros y una cruz entre sus dedos

Y con el fuego de las brasas de su mirada

Incendiaron las flores de nuestros paisajes,

Con el viento de sus pulmones; ese viento con fuerza de huracán,

Soplaron a mi casa y a las de mis hermanos, las desaparecieron

Y sobrepusieron enormes rocas huecas y cuadradas.

Oscurecieron con pinceles nuestras nubes.

Hablaban de notas filosóficas, impresionantes sin duda.

Hablaban de la verdad de pensadores,

¡De la importancia de los respetables religiosos!

Hablaban y hablaban. Decían que todo lo que yo creía,

Que todo lo que yo viví y que todo lo que yo veía,

Era absurdo, profano, ¡Que era herejía!

¡Que importa ya!

No sabía de qué me hablaban, no sabia que es profano

Y mucho menos sabia quien demonios era la tal herejía.

 

Me decían con tinieblas en su lengua;

Que el cielo era azul, que a veces había sido gris

Y a veces había sido hasta negro,

Pero que jamás sería; amarillo.

 

Aquellos hombres sin respeto alguno,

Se adueñaron de nuestras casas, de nuestros cuerpos

¡Ensangrentaron nuestras pieles!

¡Se robaban a nuestras mujeres!

No se ustedes, pero un tiempo y ya no soporte.

 

Sangrientas batallas contra las fieras

Tiñeron nuestros campos y nuestras montañas.

Mucho tiempo lo pasé con hambre, sin duda.

 

Después; los hombres y las mujeres se marcharon,

Alegaban que habíamos vencido.

¡Por eso es nuestro júbilo y

Por nuestra victoria exijo el benemérito!

Sin embargo, ¿donde está mi casa?

¿Donde están nuestras nubes? ¿Donde están nuestras flores?

Aquellos, encarnaron su creencia y luego se embarcaron

Hacia donde se asentaban sus casas.

Decían venir de un antiguo mundo, ¡no importa ya!

Los hombres y las mujeres se marcharon.

Mientras tanto; las cosas, el cielo,

Las flores, todo cambió; hasta el agua sabe diferente.

 

Hoy día;

Siento como si algo estuviese olvidando,

Algo en lo que creía, algo importante.

Ya no lo recuerdo, se me ha olvidado, ¿que importa ya?

Soy feliz por que;

Mi cielo ya no es amarillo,

Por que me visto con ropas finas,

Por que presumo mi poder

Exhibiendo el brillo de la gema incrustada en un anillo.

Tengo el ánimo ufano; jubiloso; bienaventurado por la victoria

¡Por que los vencimos! ¿No es así?... 

 

Héctor Humberto García Herrera