La noche avanza cortando con su filo
en la marcha lenta de las horas.
Tristeza.
Es la misma soledad de nuevo
que se aproxima
arrastrando sus cadenas.
Pesadez sofocante.
Silencio.
Tiempo lento, mortificante.
Un nudo hostil sube a la tráquea
y obstaculiza el paso de saliva
allí donde los pensamientos sin voz
se quedan retenidos.
Las lágrimas en cambio
encuentran camino y se desbordan
deslizándose por las esquinas
de la cuenca cristalina
y lentas pero seguras
caen como gotas infinitas
dibujando rastros
sobre las mejillas
huérfanas de besos
y se pierden
en la comisura de los labios
donde se rescata
en la memoria
el sabor salino
de la ausencia.
.