En el borde de su escote él deslizaba delicadas caricias y dibujaba montañas y mares mientras escuchaba su respiración agitada... Ella y sus labios rojos lo invitaban a beber el vino de la pasión que crecía día a día en su interior.
Se fundieron en mil besos y poco a poco desnudaban cuerpo y alma. Lluvia del mil amores entre sábanas blancas, entrega de dos corazones.
Dulce miel desbordando de sus manos, manos llenas de amores del pasado que ahora serán borrados.
Él con su bella mirada de espejo detiene el tiempo, sus dedos entre los cabellos negros y sus ojos robando su alma... Una suave luz atraviesa las cortinas de la ventana e ilumina la entrega desmedida.
Él espera encontrar en el calor de ese cuerpo la resurrección de atardeceres olvidados. Ella desprende de sus besos nuevos soles para iniciar otro camino juntos.
Noches y madrugadas en las que anhelan cada instante precioso para desprenderse del mundo, perderse y ser uno.
Sus labios rojos susurraron casi como un suspiro -Ya no busques el amor porque ya te encontro.-
Y cruzando sus miradas se consumian uno al otro.
Hoy desahogan deseos que guardaron por tanto tiempo. Desahogan el éxtasis reprimido de sus fervientes corazones.
Con los espejos de su rostro la miro y su corazón dijo -Me perderé entre tus brazos y nunca más regresare de ahí.-