Aha ha ha...
Hoy quedé
encendida
como candela...
Ni bien te ví
supe que eras
tú y no otro.
Suspiramos
a la vez.
Tus retoños
no estaban
así que la
tarde era nuestra...
Y tú eras más
de lo que
podía haber
imaginado...
Gota a gota
el rocío
esa humedad atlántica,
que no para,
ni deja aliento para
uno solo, que se
comparte...
La vista era
una nube negra
hundida en el
horizonte.
La bóveda
se hacía más
espesa...
¡Qué bien
que la pasamos
tú y yo! Y el gato
que ronroneaba
y no se animaba
esta vez a treparse
a la cómoda.
Claro no había
ya más lugar
para él...
Y tu pusiste
el cielo a mis
pies, te adoro...