Sobre los huesos de tu índole
moldearé el semblante de tu arcilla
y lo maquillaré con un ocre prudente.
En cada repaso lo iré cubriendo con celo
de las joyas más amables de tu andanza.
Luego inhumaré tu recuerdo,
en posición encogida,
rodeado de tus armas y tus gestos cotidianos.
-Lo haré lejos de mi mente,
debajo de una choza que se cree alma-
Pondré con él
cinco guardianes y un lirista que intimiden a la finitud.
Y si alguien alguna vez
hallare el ideograma con que habré sellado
esa recóndita esfera,
no podrá descifrarlo.
Amor, ¿cómo podría?