En el infierno habitan los demonios del siempre y el jamás,
De todo y nada, del tuyo y mío.
Por eso el averno no es un buen lugar
Para habitarlo consuetudinariamente
Tarde o temprano de alguna manera hay que alejarnos
Y la mejor es con un franco y rotundo adiós.
Yo se que el adiós visto desde lejos
Parece una imponente muralla
Infranqueable e impenetrable
Y en demasiadas ocasiones el camino
Que nos acerca a ella nos confunde
y retrocedemos temerosamente,
y luego la rabia y la impotencia
Nos cocinan lentamente por las noches.
Sin embargo esa muralla vista desde cerca
Se parece más a una mota de algodón
Por eso vale la pena llegar a decir adiós
Porque el adiós irremediablemente nos acerca a Dios
Y sinceramente lo prefiero a él, antes que a ti.