Tú que me diste la vida,
guiando siempre mis pasos,
cuidándome siendo niña
y llenándome de abrazos.
Cada noche me cantabas
para poderme dormir,
y cuando los ojos cerraba,
descansabas ya feliz.
Siempre has sabido cuidarme,
con mucha dulzura y mimos,
has sido una buena madre,
¡¡me has dado tanto cariño…!!
No sólo una buena madre,
también una buena amiga,
que ha sabido acompañarme
en las penas y alegrías.
Hoy te quisiera regalar,
el sol, la luna y las estrellas,
el cielo, la tierra y el mar,
pero las cosas más bellas
no se pueden alcanzar.
Por eso, por el momento,
te escribiré esta poesía
para decirte “te quiero”
y felicitarte este día.
No hay ningún ser en la Tierra
que encierre tanto amor
como el que una madre alberga
dentro de su corazón.
Es un amor incondicional,
sublime, sincero y puro,
que no se puede pagar
con todo el oro del mundo.