En esas horas de siesta
de un enero agotador;
el cielo se manifiesta
con sus gotas de sudor.
Mientras adentro la madre,
mece al niño con amor,
las primeras gotas caen
cual repique de tambor.
Cuando la lluvia se acerca
ella se va delatando,
y la emoción se acrecienta
cuando el techo está sonando.
Sobre las latas del techo
caen con fuerza las gotas;
deja al niño sobre el lecho,
pues el tormento la agota.
La lluvia en techos de cinc
es melodía sin par
y desde principio a fin
nunca deja de sonar.
En diversas ocasiones
causa alegría o tormento
pues todos los chaparrones
tienen su propio momento.
La lluvia sobre los techos
es una amiga esperada;
los amantes en el lecho
la reciben como aliada.
Tiene la casa del pobre,
tantos ojos en el techo,
que siempre faltan los cobres
estando el agua en acecho.
Ay qué de tiempos aquellos
cuando se oían las gotas
cuando arrullaban los sueños;
y ahora el recuerdo brota.
Ay gotitas de ternura
en techos desparramadas,
hoy recuerdo con dulzura
esas épocas pasadas.
Autores:
María Cristina Díaz Villate
y Alejandro J. Díaz Valero