“¡Cuan pobre el corazón,
que no puede
embriagarse de amor!
Omar Kayyam
El cántaro de vino que libamos, bien mío, nos sumió en una felicidad dionisíaca.
Y se desataron, cual río crecido, cual estampida o cual alud, las inhibiciones represadas durante milenios en nuestros subconscientes.
Y dimos rienda suelta a las más diversas manifestaciones mimosas de Amor Erótico primero, y de Amor Ágape después.
Nuestra felicidad fue cantada y bailada.
Y Eco y los pajarillos que observaron nuestras manifestaciones de amor repitieron nuestros cánticos.
Y regresamos a la infancia que tú tuviste.
Y regresamos a la infancia que yo no tuve, porque mi vida llegó a la adultez sin cumplir la etapa de la niñez ni de la adolescencia.
Y tú besaste ardorosamente cada partícula de mi avejentado cuerpo y me envolviste en una deliciosa felicidad.
Y cabalgando en el potro del amor único disfruté de tus requiebros, hasta ese momento inéditos.
Y yo acaricié, extasiado, cada porción erótica de tu joven cuerpo, como si me estuviese alimentando con bocado de cardenal y como si estuviese libando el exquisito néctar espirituoso de los dioses.
¡Cuántas locuras hicimos, bien mío!