Palabras de palabras nos llenamos,
cosechamos la oración intacta
mientras el verbo por la garganta
nos crecía. Ardido diálogo florecía
lentamente al eco del silencio.
Amor, fuimos recogiendo dones
del campo y el mar, nos abrigamos
con desnudos capullos de viento,
en el oro del heno dormíamos.
Ah… propietarios del crepúsculo.
El día nos cruzaba de frontera
a frontera sobre la bruma amistosa,
sobre el río en su añil impaciencia
alborotada. Ah… amor mío, fecunda
hora, sumisión de la hierba.
Anduvimos sigilosos en tantos
puertos yermos. El ayer fue rayo
de espuma derruida, aspiramos alientos
de hojas, la primavera aprendiz,
agua amanecida bebimos.
Vestidos de blanca noche miramos
el viviente río de estrellas
como alejados claveles vibrantes,
paz de ancho caudal existente
en la roja puerta del universo.
En la lejanía insustentable crecimos,
todo el mundo fue en nosotros
interminable libro del florecido
espacio, en el atardecer y la noche
festejamos plenos triunfos.