Carta Nº 1
Al destinatario invisible
No pensar...hasta que la realidad sea el único refugio para sentirnos vivos.
No quiero despedirme de usted, pero parece que el tiempo comienza a dibujarnos en hojas muertas. A revertirse el cuentagotas del amor en ideas que nos dejaron purificados de cualquier herida. Sí, imaginarias, ( esto último debe omitirse del epílogo de mis catarsis).
Usted dice que todo pasa, y que solo el amor nos queda. Yo le digo que todo pasa, y que solos nos quedamos, a construir el amor en cada epitafio de sus barreras.
No soy negativa (esto va para aquellos que se miran en mis ojos grises, y tienen verguenza de quedar desintegrados de sus escepticismos y sus sepias), soy la que se doblega ante un beso y hace volar palomas cada vez que el amor acaricia su estigma y lo desaparece, en este acertijo que es amar a alguien, en sus bienaventuranzas y sus comedias.
No soy negativa, mucho menos cuando amo; pero algo duele, algo tiene una sonrisa adjunta en la premonición arrogante de cada lágrima seca.
Y me atrevo a decir, que es miedo, miedo de tener amor como nunca antes, y en un parpadeo, desaparecer su rostro y así como la nieve de aquellos días escalando su eclipse, desaparecerlo.
Es bastante normal -creo yo- empezar a sentir las vidas y agonías espontáneas , cuando se ha empezado a amar.
Amar: buscar en cada rincón, el polvo mágico de las tristes hadas de la ternura, y de nuevo, como niños echados bajo la sombra del Lapacho, creer que pase lo que pase, volveremos a encontrarnos. Tú y yo, no puedo permitirme hablar de otras historias.
Y bendita sea, esta manía de sufrir, cuando realmente amamos.
No quiero despedirme de usted, a menos, que la despedida sea, la bienvenida predestinada por la memoria de nuestra alma; ese hilo que nos hizo amarnos, como si fuéramos fantasmas de nuestros destinos \"siameses\". Como si fuéramos, simplemente.
No hay complicaciones en algo tan sencillo, como el amor.