María, encarnada mística rosa.
Madre santísima, mi arca santa,
sierva de Dios, mi alma te canta.
En tu dolor eres imagen gloriosa.
María te traspasa la espada
ante la cruel agonía de tu hijo,
siendo él el primer crucifijo
quedas en dolor consternada.
Mas tu miras más allá de todo,
tu fe presiente la gloria postrera
de tu hijo, que al morir pareciera
comprar con su sangre al mundo.