El rosal, bien mío, hiere con sus espinas a los dedos que lo despojan de su tesoro floral y los sana con sus prodigiosas rosas.
La abeja nos obsequia su exquisita miel, pero cuando se disgusta clava en nuestra piel un venenoso aguijón.
Miel y veneno
¿Por qué, bien mío, el rosal no castiga a la abeja, como al hombre, cuándo extrae el polen de sus entrañas?
El llanto, bien mío, simboliza la felicidad cuando de mil primorosas maneras toca las puertas de nuestro corazón.
Pero también es símbolo de la tristeza que nos embarga al ser herido nuestro espíritu o llagado nuestro cuerpo.
La lluvia, bien mío, nos regala su líquido elemento de las nubes, vivifica las plantas.
Pero también la lluvia abundante, bien mío, es símbolo de desastre.
Te amo, bien mío.
Amo al rosal por su bondad luminosa.
Amo a la lluvia que acaricia mi cuerpo.
Amo a la abeja que me regala su miel.