Dime adónde quedaron,
si tal vez vivieron,
suponiendo demasiado,
cada beso suspirado
en cada noche compartida
de una vida caprichosa
entre dos polos opuestos
y bajo un amor obvio y ciego
del que nadie se acordará
más que nuestros recuerdos
burbujeando en la memoria
del ayer, del hoy y el mañana,
desde el principio
y hasta el final,
cada beso a tus labios
dime, dime, dime
con qué aliento envenenado
me los devolviste
contra el corazón, despistado,
sobre aquella almohada,
por y para mí,
sin darme cuenta, obcecado,
que tras cada beso
me conducías hacia un ocaso agónico,
mediante el engaño de tus labios,
so pretexto de amarme
durante esas horas nocturnas
a las que nunca alcanza el olvido.
J.M. García
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