Para tí,
magnífico creador de las cosas buenas,
es mi amor y mis disculpas;
son para tí,
mi devoción
y la confesión de mis desventuras.
Pongo sobre tus hombros
la carga de las penas mías,
las dudas y conflictos,
las lágrimas,
pero también mis alegrías.
Entrego mis noches
a la paz de tus cuidados puros,
que igual me protegen en cada sueño
aunque a darte las gracias
muchas veces le huyo.
Te ruego en mi soledad
perdones y confianza,
ayuda para los que quiero
y mucha fe a quien le haga falta.
Te debo lo que tengo
aunque tú no pidas nada,
y te agradeceré eternamente
aunque a veces
me falten las palabras.