Cuelgan
vidrios de sus ojos,
su tez,
manto quemado
por el sol;
su boca
cuatro pinceladas
de rubor,
que al abrirse
su sonrisa
se vuelve
un espectro.
Su voz
suena
igual que el viento,
distintas melodías
que derriban
la fortaleza
de mi ser interno;
trinares musicales
que endulzan
mis sentidos
como si repitieran
incansable
amor… te quiero..!
Viste harapos finos
de etiqueta
en colores frescos,
que cubren su esqueleto
y dibujan
sus contornos
elegantes,
sobrios
que sólo
mirarían aquellos
bohemios y locos
que deambulan
entre hadas,
musas,
diosas,
princesas
y versos.
Líneas
que embriagan
de amor
profundo
hasta perder
el conocimiento.
De brazos largos;
manos
de cariño y miedo;
jambas por piernas
que anuncian
el acceso
a un universo
de lujuria,
deseo,
vida,
egoísmo,
fuego,
pasión,
ternura,
guerra,
paz,
misterio.
De talle alto,
frente firme
y pomposo alejamiento,
le cruzan
las caderas
un dintel que baila
al ritmo
de alegres zapateos;
de erguida imagen
hacia el horizonte
donde todos se resisten
a un acercamiento
como el pájaro
que está
frente al muñeco
que cuida
los cultivos tiernos,
porque deseando
no puede comerlos.
Este es tu retrato
que pinta
mi memoria breve;
plástico, estético,
de permanencia fija
en mis retinas
que se resisten
a ser cubiertas
por cristales húmedos,
velos de carne
y cientos
de retratos
imperfectos.