Rafael Mérida
Es hora de mi ocaso, dice fiel La hechicera, merezco esa pena, de la vida extraje toda la miel. Una tarde clara , quieta y serena Cuando el sol cae, la siesta, está tomando, Oigo el pipiar en los nidos… sin pena. Y sí la brisa me arrulla dormido, me acaricia tu amor, que es mi hechizo, No quiero despertar, si no en tu nido. Te veo en mi sueño como Dios te hizo, hija de aldea, cariñosa y discreta Que trocó mi choza en oro macizo. Al despertarme, no vea, en la faceta Nunca, aquel recuerdo que me humilla, O llorar como solo llora un poeta… Y ¿cómo llora un poeta? – le dice ella- ¡el papel queda blanco de repente, y se vuelve imperfecta la plumilla; la primavera pasa indiferente, los polos cubren la esfinge de nieve, el trino del ave, no oye la gente! ¡las campanas no alegran cuando llueve, las notas musicales enmudecen y con el aire, la hoja, no se mueve! Rafael Mérida Cruz-Lascano