ClaudiaAlheli

EL RENACUAJO Y LA ORUGA

En un bosque tropical, de un lejano país, tenían su hogar, un pequeño renacuajo pardo y una oruga gorda de colores brillantes.
El renacuajo, vivía feliz en un charco muy grande, que se formaba en el suelo, al caer la lluvia; y ella vivía sobre una planta de hojas tiernas, de las que hacia deliciosas ensaladas, y se alimentaba todo el día de ellas.
En el lugar, vivían miles de pájaros, que hacían sus nidos en lo alto de las ramas, y ofrecían conciertos gratuitos para quien los quisiera escuchar por las mañanas.
De los troncos gruesos de los árboles, colgaban orquídeas, flores muy bellas, de colores y formas exuberantes, que saludaban a su paso a cuanto habitante pasaba por ahí, y perfumaban con sus aromas el camino.
En ese bosque, todos trabajaban, cada quien tenía asignada una tarea para que todo funcionara de maravilla. Así, para que cada especie de árbol frutícola, pudiera ofrecer sus frutos, las avispas, las mariposas, y otros insectos, se encargaban de llevar en sus patitas, el polen, que recolectaban en cada flor donde se detenían, y pasarlo a la siguiente que fueran, para que se llevara a cabo la polinización, proceso que sirve para que la flor se pueda convertir después en fruto y los utilizaran como desayuno o comida los habitantes del bosque tropical.
El renacuajo en cuestión, se llamaba Rigoberto, de cariño su mamá, le llamaba Rigo, era un tanto simple: de color negro, una gran cabeza y una larga cola, siempre en constante movimiento. La oruga se llamaba Nidia. Era una preciosa oruga, cilíndrica, de rayas blancas negras y amarillas, que iban como anillos alrededor de su brillante cuerpo. Tenía en su cabeza dos antenas largas, que cuando se reía, se movían de arriba hacia abajo. Siempre estaba comiendo hojitas, muchas hojitas.
Rigo y Nidia, asistían a la misma escuela, en un claro de la selva tropical. En el recreo, mientras el renacuajo nadaba, dentro del cáliz de una gran flor, en la que se juntaba el agua de las lluvias, Nidia se paseaba con su paraguas morado, por el borde de la flor, platicando de sus sueños a Rigo.
La oruga le contaba al renacuajo, que a ella le gustaría tener alas como las hadas del bosque, y volar muy, muy alto, que sus alas fueran como un hermoso vestido de colores, y que mientras tomara néctar de las flores, el Sol, acariciara su espalda.
Rigoberto también le platicaba sus sueños a ella, le decía, que el quería ser un príncipe, y tener por esposa a una bella dama, y, que aunque él tenía un aspecto desagradable, en su interior algo le decía que cambiaría y se le concedería ser un apuesto caballero.
Así platicaban, todos los días…..y el tiempo fue pasando rápidamente.
De repente, un día, Nidia, le dijo a Rigoberto que estaba muy cansada, y que la disculpara, pero que tenía demasiado sueño. Que necesitaba dormir, casi con los ojos cerrados, se despidió de su amigo y se fue a su rama de hojitas tiernas. Se enredó en una cobijita de color verde claro a la que amarró de la rama fuertemente para que no se cayera y se quedó dormida durante varios días.
Mientras, cuando nadaba en su estanque, a Rigo, le sucedió algo que lo espantó: ¡¡¡¡se le cayó su cola!!!
Asustado, buscó a su madre, para preguntarle que era lo que estaba sucediendo, y le dijera el porque, tanto a Nidia como a él, les estaban pasando cosas terribles!!, pues su amiguita, ya llevaba varios días dormida, envuelta en su cobijita verde, a la que el Sol, empezaba a despintar, y ya no salía a jugar con él.
La madre de Rigoberto, una rana verde, se sentó en el borde del estanque y pacientemente le explicó a Rigoberto: -lo que les pasa a ustedes, se llama “metamorfosis”, es un proceso natural, que a ciertos animales les sucede cuando dejan de ser pequeños y pasan a la edad adulta. En ese proceso, tu cuerpo de renacuajo, pierde la cola y verás que muy pronto, te saldrán patas e irás transformando tu aspecto hasta formarse el cuerpo de un apuesto sapo, como tu padre y cambiarás las branquias con que respiras en el agua, por pulmones, para respirar aire, y solo entrarás al agua a nadar o comer, no para vivir como lo hacías anteriormente. Ahora podrás dar saltos sobre la tierra y las piedras del estanque, y comerás cosas diferentes, como hormigas, y termitas. Tu amiga Nidia, también sufrirá una metamorfosis. Cuando despierte de su largo sueño, ya no será más una oruga que coma hojas tiernas todo el día y se pasee por el borde de una sola flor. Casi al final de su sueño, su “cobijita verde”, como tu la llamas, lo que en realidad se llama capullo, será transparente, por eso dices que el Sol lo está despintando, pero no es el Sol, así debe ser el proceso, y tu, podrás observar ahí a Nidia, aunque ella no te verá a ti, porque aún estará dormida, ocupada en su transformación. Cuando sea el tiempo justo, ella empezará a romper su capullo para poder salir. Primero, sacará las antenas, y las patas, después el resto del cuerpo, que se colgará hacia abajo en una ramita, para secar sus aún húmedas alas, y cuando se hayan secado y endurecido lo suficiente para estar fuertes, y poder volar, las extenderá y serán unas alas preciosas, color naranja, con venas negras y algunas manchas blancas, que adornarán con su belleza el bosque, cuando vaya de flor en flor, tomando néctar para saciar su sed.
Rigoberto escuchaba atónito, pero con mucha atención, las enseñanzas de su madre.
Después de unos días, al renacuajo, como le dijo la rana, su madre, le salieron las patas y los ojos le quedaron saltones y muy contento se iba a jugar, brincando de piedra en piedra en el charco.
Una mañana de mucho Sol, cual sería su sorpresa, cuando vió emerger del capullo a su amiga, convertida ahora en una hermosa mariposa Monarca.
Cuando Nidia después de unas horas, pudo extender sus alas, voló un poco por el lugar y regresó, y Rigo, la saludó, con su voz ronca de sapo, la mariposa, se asustó, pero Rigo, riendo le dijo que era él, convertido ahora en un apuesto sapo, y le explicó lo de la metamorfosis, y le dijo que ella lucía hermosa con sus nuevas alas, como era su sueño. Y se fueron charlando por el bosque, Rigoberto brincando de piedra en piedra, y Nidia volando de flor en flor.
Nidia estaba feliz, de ya no comer solo hojitas tiernas, sino que ahora tomaba el dulce néctar de muchas flores de colores como las Zinnias.
Y así, pasaba el tiempo, y seguían siendo buenos amigos y platicándose sus sueños mutuamente.
Pasó el tiempo, y Rigoberto, no se convirtió en príncipe del estanque, pero sí en el sapo más simpático, sobre todo por su sencillez y su alegría, y todas las noches se juntaba con sus amigos para llevar serenata a las ranas más bellas del charco.
Nidia, con el tiempo, emigró y en otro país, se casó y tuvo descendencia, y cada Primavera, cuando llegaba de nuevo al bosque tropical, iba al estanque, a visitar a su amigo Rigoberto, y juntos se contaban lo transcurrido en la vida de cada uno, durante el tiempo que dejaban de verse.

FIN

Claudia Alhelí Castillo

09-05-13