Hoy al despertar,
Mire el reloj y no me podía levantar.
Pero entonces entro esa dama,
Los años ya la obligan a sonrojar,
Pero aun así ella me ama,
Es hermosa, nadie lo puede negar.
Hace tanto que perdí mi inocencia,
La creencia de que el mundo es puro;
Pero esa dama me recuerda que al amor existe,
Que no hay tiempos ni distancias,
Que no puedo ser lo tan malo,
Como para perder su amor, incondicional y consiente.
Hoy al despertar,
Sentí la cólera de un día más;
Pero entro ella a mi habitación,
Inundo todo con su luz y su paz,
Me roso el cabello con su mano,
Me dijo te amo,
Y entonces una sonrisa se escapo
De entre mis labios.
Hoy al despertar, había olvidado lo que es amar,
Había olvidado los colores del mundo a mi derredor.
Pero cuando más me doblego,
Cuando de rabia estallo iracundo,
Cuando me siento perdido,
O soy un idiota incomprendido,
O cuando cosas reprochables he cometido;
Ella siempre me entrega el sosiego,
Me abraza,
Me cuida, me respeta y admira,
Todo simplemente porque ella es perfecta,
Todo por su pureza, todo por esa bella dama.
Hoy al despertar era un hombre más,
Condenado a crecer entre mis iguales,
A ser uno más entre los arrabales.
Pero llego una dama hermosa,
Me dio gracias incontables,
Con sus sentimientos indudables,
Con su porte intachable,
Con sus cabellos que yo de verde he tenido,
Con su piel que se arruga de tanto abrazos que le he ofrecido,
Llego ella, intachable,
Única y cautivadora,
El regalo del cielo para todos los hombres,
La señora más honorable,
La definición de mujer respetable,
La dueña de mis más sinceros te quiero,
La que por lograrme sufrió hasta el hambre,
Es ella la única que carga el mundo en su hombro,
La única que es sublime,
Que no es perfecta o apacible,
Pero si es la más increíble,
La señora de las curas y raspones,
Destructora de monstruos en roperos
O de miedos ante lo que hay en los caminos.
Todo esto es ella,
La indestructible,
La paciente,
La del alma más noble,
Todo esto es mi doncella.
Ella, la mejor de las madres.
Mi madre, la única mujer incansable.