Podría asegurar a sabiduría innegable que:
sin tu enamoramiento juvenil yo no existiría,
y que tus traspiés y miedos son mi instrucción;
pues hoy eres una versión reformada de tu pasado.
Cuidas mi alma y mi esencia,
corres y sangras,
ayudas al prójimo y ensayas,
sueñas y envejeces,
te vuelves mujer y madre,
eres ejemplo y trasciendes,
amas y vives,
y a veces sólo lloras.
Eres mi madre prístina,
mi creadora y ostensorio;
y hoy yo soy persona y hombre
por tus desvelos y tu devota entrega sin celos.
Tu trabajo de madre es el más duro,
con jornadas de más de veinticuatro horas;
y yo solo te reembolso cuando me miras a los ojos.
Por mi parte te puedo decir:
madre prístina, si en cada minuto de cada día
pudiera atender mi alma y mi esencia,
correr y sangrar,
ayudar al prójimo y ensayar,
soñar y envejecer,
ser ejemplo y trascender,
y sobretodo amar y vivir como tú lo predicas,
podré pagarte en esta vida y la siguiente
todo lo que te debo, con un agradecimiento
y con amor inescrutable;
que son fruto de tu madre prístina;
la madre prístina de las madres,
tu madre y nuestra madre.
Te amo