¡Vámonos, amada , hasta el pie del milenario y gigantesco árbol para disfrutar de la sinfonía que nos obsequian sus ramas cuando son besadas por la traviesa e incansable brisa!
Ese árbol, amada, que se despoja de sus hojas durante el otoño, luce en invierno, al ser acariciada por el agua bienhechora de la prodigiosa lluvia, un traje verde que lo rejuvenece.
De ese árbol amistoso, amada, donde los pájaros construyen sus nidos, proviene una porción del oxígeno que nos permite respirar aire puro
Ese árbol, amada, más viejo que tú y que yo, morirá de pie, pero sus ramas y tronco se transformarán en leña para mantener el fuego que espanta al frío y cocina los alimentos o servirán de cimiento a la vivienda.
¡Vámonos, amada, hacia el prado a llenar nuestros pulmones de aire, gritar a todo pulmón nuestro amor, juguetear con las multicolores mariposas e intercambiar primorosas florecilla silvestres!
Nunca quisiera, amada, despedirme del árbol.
Nunca quisiera, amada, decirle adiós al prado.
¡Vámonos, amada, hasta la selva, para oír la mágica voz de los pájaros, de los insectos y de los lejanos animales salvajes!
Es increíble la selva, amada.