Al azul del infinito ofrecí
la duda que me ahogaba,
dejando envuelta en su grandeza
esta pena,-lamento de verbo silente-
que sin pedirlo me llevaba;
sentado en esta morada
que no tiene ahora y tampoco dueño
esperando otro mañana regalé mi ayer.
Pasan las sombras amontonadas
envueltas en sudarios ocultando sus caras,
abriendo y perdiendo a su paso los caminos
confundiendo el horizonte;
pasan dejando huellas que la lluvia
o las lágrimas, sin saberlo, borrarán.
Marcharon los momentos
y con ellos los recuerdos, todos;
y se hicieron brisa y con ella se despidieron…
…acariciándome.
©Jpellicer