Benditas son, como la Virgen María, todas las madres del mundo.Tienen las madres el don del sacrificio y al hijo hambriento le regala el corazón, aunque muera. Nunca se quejan
estas augustas mujeres,que durante nueve meses alimentan al hijo
con su propio cuerpo.
Y cuando nace el hijo
lo amamanta y arrulla
con delicada ternura.
A Ana Jervis se debe
que el segundo domingo de mayo
esté consagrado a las madres.
Con una flor, en su inicio,
se conmemoraba ese día.
Roja, si la madre estaba viva;
blanca, si había muerto.
Y llegó la mercantilización perversa
y transformó tan memorable día
en una actividad de ganancia excesiva.
Ya el Día de la Madre perdió su esencia inicial.
Murió la flor roja o blanca y en su lugar
todo el espectro mercantil induce a los hijos
a la compra del artefacto eléctrico
(nevera, licuadora, lavadora, televisor, plancha, cocina
y un largo etcétera)
que somete a la madre al oficio casero
y multiplica la ganancia del comerciante, ávido de venta.
Hoy en mi corazón de hijo
luzco con tristeza
dos rosas blancas:
una por la que me concibió y no conocí
porque está en los prados de Dios;
otra por la que me crió y me inculcó valores morales,
también en el seno del Señor.
¡Bendita sea la madre de mis hijos!
¡Benditas sean las madres de mis nietos!
¡Benditas sean todas las madres del miundo!
Ilustración: Briceida Moya de Rodulfo