¡Ay con ese niño de juventud
que viajaba por la arena!
El recuerdo creció, cambió
mantuvo el sentimiento
olvidando el recuerdo.
Recuerdo la luz, el sol y hasta las nubes
flotando sobre el agua, entre otras tantas cosas.
Recuerdo la playa tranquila
con su orilla de pies de arena
con la que jugaba una y otra
imaginando cuantísimos había
mientras se ponían en fila por mis dedos
resbalándose, como las dulces olas
que se solapaban en caricias,
casi susurrando murmullos
en los que las palabras
se agolpan sosegadas,
casi escupiendo espuma;
huyen del mar, se desvanecen
y al fin y al cabo, viven.
En el horizonte difuso
donde unos brazos tiernos,
casi salidos de la cuna,
se lavaban el polvillo de la arena
mientras vuelve a jugar con el barro del salitre
creando castillos imponentes
llenos de hombres los pueblan
con historias de caballeros nobles y sus princesas.
En ese instante entre el tiempo
antes que las olas vuelvan,
y la arena lo cubra.