Erase una vez un ángel femenino enamorada de un ángel varón, se querían mucho tanto que querían viajar al mundo material para tener cuerpo y poder experimentar el amor físico. Pidieron permiso a Dios para viajar a los mundos del tiempo y vivir una vida completa como seres materiales, Dios que nunca se niega a los deseos que se piden por amor les concedió el permiso.
El mundo espiritual residencia de los seres cercanos a Dios es estático, y alrededor se mueven seis superuniversos hechos de materia, cada uno de estos superuniversos están divididos en universos más pequeños. La creación de Dios es inmensa, los seres humanos sólo somos conscientes de nuestro universo local, que está dentro de uno de los superuniversos.
Nuestros ángeles enamorados se dispusieron a entrar en el mundo material, pero con las prisas cometieron un gran error. El ángel femenino se lanzó primero y le siguió el ángel varón, deberían haber entrado juntos agarrados de la mano. Al otro lado no se encontraron, cada uno apareció en un universo distinto y en un tiempo distinto, ellos como ángeles no temían noción del espacio-tiempo.
El ángel femenino buscó y buscó a través de todos los superuniversos, pero el tiempo y el espacio la impedían encontrar a su amado. Millones de planetas habitados, espacios enormes que recorrer y tiempo inexorable que no se puede controlar. Era demasiado difícil incluso para los poderes de un ángel.
El ángel llegó a un planeta desierto, el tercer planeta que giraba alrededor de una estrella, en una esquina de un pequeño universo. Se sentó en la soledad del planeta y sintió la soledad de su alma, y lloró. Lloró tanto que las lágrimas se escurrían por los ojos y mojaban sus alas. Su tristeza era tan grande que llenó el planeta de agua de sal, de agua de lágrimas. El agua salada se evaporó, dejó su sal y se convirtió en agua dulce de lluvia. El agua salada, el agua dulce y el amor del ángel crearon la vida en el planeta. Se convirtió en un hermoso lugar para vivir, donde predominaba el color azul, color de amor de ángel.
Cuando los seres del planeta alcanzaron la inteligencia, pusieron nombre a todo lo que encontraron. Lo que más los fascinaba era esa gran masa de agua salada y azul y la pusieron el nombre de su creadora, Mar, el ángel de infinitas lágrimas. Miraron hacia arriba y también admiraron ese otro color azul que veían y lo llamaron Cielo, que era de donde venía su ángel.
Un cuento no puede tener final triste. Los ángeles volvieron a encontrarse en el mundo espiritual y siguieron queriéndose mucho. A pesar de la experiencia, volvieron a pedir a Dios volver al mundo material del tiempo y del espacio. Dios se lo concedió, y esta vez entraron agarrados de la mano. Eligieron el planeta azul en donde ella creó la vida y vivieron una vida larga y plena de amor como seres humanos, hasta que Dios los volvió a llamar de nuevo al Paraíso, en donde recuperaron su naturaleza de ángeles para toda la eternidad.
FÉLIX MORENO.