Estoy pendiendo de un hilo en un precipicio
en espera de tu auxilio;
vacilante y desconcertado,
la luz que alumbra mi sendero
se está apagando y renace mi oscuridad,
escribo estos versos con melancolía,
mis pupilas están heridas por el llanto,
he vuelto a ser el mismo o peor
que de antes de conocerte,
he despertado de este sueño fugaz
fue tan lindo todo, pero solo un sueño;
mi pecado fue amarte
y esa culpa que cargo sobre mi espalda
me hiere el alma.
Nunca supe amar, sólo aprendí a herir,
estoy condenado a mi soledad,
envolveré con una coraza mis sentimientos
mis emociones y mi desconsuelo,
estoy condenado a seguir la rutina
para mostrar ante el mundo la “felicidad”.
Soy un perdedor, el destino me marcó
y nunca más abriré las puertas para el amor,
nunca mis versos no serán de alegría
o quizá no vuelva a mencionar esa palabra,
ese vocablo está vetado para mí,
volveré a recorrer mis antiguos caminos,
de donde nunca debí salir, y andaré
por las rutas agrestes y pedregosas de la vida,
y por las sendas espinosas con mis pies descalzos
recorreré sin rumbo cual mendigo,
pidiendo a todo el mundo:
pan para aplacar mi hambre
agua para calmar mi sed,
ropa para cubrir mi cuerpo,
consuelo para mis penas,
una miga de cariño para mi alma,
remedio para mi pecho herido,
a Dios le pediré que borre los recuerdos de mi mente
y me cubra con el manto del olvido,
pero amor, jamás pediré a nadie,
y a ti te pediré perdón por amarte tanto.