Las horas de la niñez son felices en el transcurso obligatorio
de los aprendizajes en los primeros pasos por senderos duros
que cada día se harán mas intrincados para caminar en ellos…
Las horas en la juventud nos parece que son lerdas y pausadas,
pues el mundo espera por nosotros y nuestras hazañas
y el coraje y el ímpetu son nuestra energía pujante e inagotable…
Las horas que llegan cuando ya somos adultos son intensas,
ya que la vida nos alcanza con sus complejas obligaciones
al prolongar nuestra vida en pequeños seres frutos del amor…
Las horas de lucha por las raíces y los hijos son sin cuartel
hasta que solos caminan sus pasos llenos de las dudas y miedos
que nos precedieron y a lo que debemos ayudarlos a transitar…
Las horas que la serenidad de los años hoy nos emocionan y aplacan
los brios de otrora pues son la paz nuestra y de la descendencia
que nos cuentan sus proyectos y batallas por ganar en su futuro…
Las horas ya resultan largas cada día pues el peso de los años
han dejado su rastro plagado de alegrías , dudas y tristezas
y tratamos de llevar una madurez coherente a nuestra historia…
Las horas presentes tienen la paz del caminante que ya cansado
aprendió a disfrutar los colores de un amanecer y la vida que renace
le da su cuota de esperanza nueva para sobrevivir a otro día de sol…
Del poeta de carton…