Hoy me siento triste y estúpido.
Cogí una silla y la puse frente al balcón,
me senté, apagué la bombilla
y miré sutilmente la calle vacía
En mi silla de madera
era fantástico poder mirar afuera,
a la calle vacía con el viento cambiando,
de noche, de claro a nublado.
Oía los gritos de un ave que no me sonaba,
el crakeo de una cigüeña y sus campanas,
y algún ladrido entre las calles.
¡Y eso era tan relajante!
Pasó una muchacha pizpireta y sonriente.
Con ojos tristes y huidizos
,tras la cortina, casi cómplice,
me vio, y nuestras miradas se intercambiaron.