He admirado cada mañana
cuando los valles aún duermen,
la serena calma de la fulgurante aurora
que levanta sus pestañas de rayos solares
en el cielo que alumbra una nueva jornada
en esta Patria de bosques abiertos y de cotidiano amanecer.
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He oido como silva el viento,
el viento que espina mi pelo,
con susurros camina en la vereda de la montaña
a veces zumba a su paso, gallardo menea las ramas,
chilla besando la corteza de los pinos,
pinos, ebrios de trementina.
El viento que abrazado con la niebla,
van gozando bajo las verdes frondas
con barullos y sin disimulo juguetean entre las hojarascas.
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Me he arrancado los párpados
para no dejar de ver este mundo de fantasía
en donde es una magia ver destorcerse los crepúsculos,
caminar entre los trigales que dormitan sus espigas al sol,
babear, viendo el vuelo cautivador del colibrí que paladea las flores,
agudizar el oido para escuchar a los pájaros que cantan melodiosos amoríos
embelesados junto a aromas campestres.
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Ha quedado prendido en mis retinas el color de los geranios que desnudan sus pétalos al viento mañanero,
la rosa escondida en la alambrada,
la rosa roja, de peregrina hermosura,
la rosa que me hace soñar con sus botones de flor en mi camino.
Aquel viejo camino que me lleva a mis arrabales,
campiña de chozas de adobe y de techos de pajón,
con sus dinteles que se arropan de púrpuras buganvilias,
la vieja casa, encumbrada en la serranía
en donde se enmudece al contemplar los deslumbres de los atardeceres.
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Aquí, en vano es que se oculten los horizontes.
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He aventurado mojándome los pies en el hilo del agua del arroyo que serpentea escondido en el bosque,
besuqueándose con las fuentes de piedra, fontana, cómplice de los guardabarrancas y del trinar de cenzontles y ruiseñores
en escaramuza entre las yedras
con alfombras de grama rupestre
envueltos en enredaderas que sonríen abrazando los troncos botados por el tiempo.
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He sentido en mi corazón
el latir de la luna plateada
la que me habla en mis nocturnos desvaríos
consentida de mis noches soñadoras
cuando estoy prendido de una boca fémina
en una velada de románticas estrellas
bordeando los rincones de un cuerpo bienamado.
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Así, simplemente así, he vivido la vida
incauto terrenal y sentimental aventurero
con ojos de pájaro,
con corazón de Quetzal
y vuelo de águila
contemplando esta verde primavera,
de mi Guatemala silvestre e indiana
Jaime García Alvarez