Francisco Caleros de la Roca

MATICES COTIDIANOS

He admirado cada mañana

cuando los valles aún duermen,

la serena calma de la fulgurante aurora

que levanta sus pestañas de rayos solares

en el cielo que alumbra una nueva jornada

en esta Patria de bosques abiertos y de cotidiano amanecer.

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He oido como silva el viento,

el viento que espina mi pelo,

con susurros camina en la vereda de la montaña

a veces zumba a su paso, gallardo menea las ramas,

chilla besando la corteza de los pinos,

pinos, ebrios de trementina.

El viento que abrazado con la niebla,

van gozando bajo las verdes frondas

con barullos y sin disimulo juguetean entre las hojarascas.

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Me he arrancado los párpados

para no dejar de ver este mundo de fantasía

en donde es una magia ver destorcerse los crepúsculos,

caminar entre los trigales que dormitan sus espigas al sol,

babear, viendo el vuelo cautivador del colibrí que paladea las flores,

agudizar el oido para escuchar a los pájaros que cantan melodiosos amoríos

embelesados junto a aromas campestres.

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Ha quedado prendido en mis retinas el color de los geranios que desnudan sus pétalos al viento mañanero,

la rosa escondida en la alambrada,

la rosa roja, de peregrina hermosura,

la rosa que me hace soñar con sus botones de flor en mi camino.

Aquel viejo camino que me lleva a mis arrabales,

campiña de chozas de adobe y de techos de pajón,

con sus dinteles que se arropan de púrpuras buganvilias,

la vieja casa, encumbrada en la serranía

en donde se enmudece al contemplar los deslumbres de los atardeceres.

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Aquí,  en vano es que se oculten los horizontes.

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He aventurado mojándome los pies en el hilo del agua del arroyo que serpentea escondido en el bosque,

besuqueándose con las fuentes de piedra, fontana, cómplice de los guardabarrancas y del trinar de cenzontles y ruiseñores

en escaramuza entre las yedras

con alfombras de grama rupestre

envueltos en enredaderas que sonríen abrazando los troncos botados por el tiempo.

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He sentido en mi corazón

el latir de la luna plateada

la que me habla en mis nocturnos desvaríos

consentida de mis noches soñadoras

cuando estoy prendido de una boca fémina

en una velada de románticas estrellas

bordeando los rincones de un cuerpo bienamado.

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Así, simplemente así, he vivido la vida

incauto terrenal y sentimental aventurero

con ojos de pájaro,

con corazón de Quetzal

y vuelo de águila

contemplando esta verde primavera,

de mi Guatemala silvestre e indiana

Jaime García Alvarez